Cada vez más mujeres recurren a técnicas de reproducción asistida para poder cumplir su deseo de ser madres. La aparición de esta alternativa en la década de los 70 supuso la apertura de nuevas posibilidades a problemas como la esterilidad para un amplio número de parejas aquejadas por esta patología. La novedad despertó en muy poco tiempo la necesidad de abordar su regulación. En España se materializó tempranamente mediante la aprobación de la Ley 35/1988, de 22 de noviembre, una de las primeras en promulgarse entre las legislaciones sobre esta materia.
La maternidad en la actualidad
La edad media a la que las españolas tienen su primer hijo no deja de subir, superando los 32,6 años en la actualidad (en 2010 la edad era 29,8 años), con las dificultades añadidas que esto puede generar para la fertilidad femenina. Además, la cifra de niños nacidos en España cae progresivamente, descendiendo de 1,37 a 1,19 el número de hijos por mujer de 2010 a 2021.
Desde la pandemia se ha triplicado el número de ciclos de preservación de ovocitos. Los datos provienen del Instituto Bernabéu, red de centros especializados en este tipo de técnicas. Debido a dicho incremento esta organización formada por médicos ha creado una nueva Unidad Especializada en Criopreservación de Ovocitos, coordinada por la doctora Alicia Herencia. «Nos va a permitir implementar las técnicas más innovadoras, con nuevas pautas de estimulación ovárica y tratamientos más cómodos y con menos efectos adversos, además de impulsar científicamente la investigación multidisciplinar en este ámbito», indican desde su página web.
«La edad media de las mujeres que congelan óvulos en nuestra clínica ronda los 34 años», asegura Herencia en conversación con THE OBJECTIVE. «En general, suelen ser mujeres que no tienen ningún problema de salud adicional, la mayoría tienen claro que quieren ser madres en un futuro, pero que no se plantean serlo en el momento actual porque están en un momento de su vida que no se lo permite (cuestiones laborales, ausencia de pareja…)», indica. «En menor medida, aunque cada vez más, recibimos mujeres con alguna patología de base que hace que su reserva ovárica esté comprometida como ocurre en la endometriosis», añade.
Proceso de congelación de óvulos
El proceso de congelación de óvulos sigue unos pasos muy concretos. «En primer lugar necesitamos hacer una valoración médica para ver antecedentes, evaluar la reserva ovárica, y poder dar un pronóstico», explica la ginecóloga. «El proceso dura un par de semanas y precisa la administración de un tratamiento hormonal basado en inyecciones subcutáneas diarias», aclara. «Durante el tratamiento la mujer acude a 3-4 controles ecográficos para poder vigilar el crecimiento de los folículos y en base a eso se organiza la extracción de los óvulos mediante una pequeña intervención quirúrgica que llamamos punción ovárica», afirma la experta.
La doctora asegura que no se trata de un proceso «muy complicado», debido a que se intenta simplificar los protocolos para que «sean lo más sencillos posibles para la mujer, y las molestias que producen suelen ser bastante tolerables (distensión abdominal principalmente)».
Motivos que pueden explicarlo
«Creo que la generación que ahora está en edad fértil se enfrenta a una situación laboral de gran inestabilidad», asevera Herencia para responder a por qué cada vez más mujeres buscan retrasar su maternidad. «Eso puede influir en que sea más complicado encontrar una estabilidad en el ámbito personal (encontrar una pareja, acceder a una vivienda…)», indica.
Según la ginecóloga, la congelación de óvulos «permite que las mujeres puedan tener la opción de ser madres en un futuro, con la tasa de éxito que tendrían hoy». La calidad de los óvulos «empeora con el paso de los años y esto repercute en el desarrollo de los embriones, afectando a la posibilidad de embarazo, a la tasa de aborto, y en definitiva a la posibilidad de tener un recién nacido en casa», dice Herencia.
No siempre se utilizan todos los óvulos que se congelan, pero en España, la ley de reproducción asistida plantea varios destinos en caso de no querer mantenerlos vitrificados. La persona puede simplemente solicitar el cese de su conservación, de forma que se destruirían. También puede donarlos para investigación científica o cabe la posibilidad de cederlos a otras parejas con fines reproductivos, siempre y cuando se cumplan una serie de requisitos mínimos.